Sin embargo, algunas semillas, como es el caso de las semillas de sésamo tienen propiedades anti-nutrientes que puede hacer que una parte de sus maravillosos nutrientes no los podamos asimilar en su totalidad. Para que no pase esto, lavar bien la semilla y dejarla en remojo unas 4 h. con un poquito de vinagre de manzana, enjuagarlas bien e hidratarlas al horno o en un deshidratador.
Al hidratarlas normalmente se quedan como tostadas y así se puede dar paso a molerlas en un molinillo, en un mortero o en un suribachi (mortero japonés) hasta que se queden como un polvo y así poder añadirlas en todos los platos que se nos ocurra (puré, ensaladas, sopas, guisos, yogur, batidos,…)
Si aun así las queremos tostar o deshidratar y tostar en el mismo momento, poner una sartén sin aceite a fuego alto y cuando esté caliente bajar el fuego y poner las semillas e ir moviendo constantemente con una espátula de madera hasta que se vean tostadas o empiecen a saltar. Recuerda que no hace falta que estén demasiado tostadas, ya que más tiempo estén en calor más pérdida de aceites esenciales tendrán.
Con el sésamo en polvo podemos hacer gomasio (sésamo+sal) y si cuando tenemos ese polvo seguimos moliendo y añadimos agua se va haciendo una masa que es el tahín ideal para aplicar en pan o utilizar como salsa.
Consumirlas al poco de haberlas molido. No es necesario que las muelas cada vez que vayas a comer, puedes moler cierta cantidad y guardarla en un recipiente de vidrio durante unos días. Pero procura no guardar mucha cantidad durante demasiado tiempo porque si no se enranciará. Elabora una cantidad que te sirva para el consumo de una semana, más o menos.
